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Buscar alojamiento en el Barrio Gótico siempre es una buena opción. Para empezar, su localización es envidiable, no solo por su compartir espacio con otros barrios emblemáticos (como el del Raval o el de la Barceloneta), sino que alberga lugares de interés de todo tipo. Ciertamente, su situación en el mapa es perfecta, ocupando parte del centro y parte de la costa, justo a la altura de la Dársena Nacional.
Evidentemente, esta proximidad con la zona portuaria es ideal para los viajeros que atracan procedentes de las múltiples conexiones que el puerto barcelonés tiene con otras ciudades mediterráneas. Pero decantarse por los apartamentos del Barrio Gótico no es solo una cuestión de comodidad (al menos para los viajan por mar), también es una apuesta por la cultura y la historia.
Efectivamente, el Barrio Gótico, dada su naturaleza de casco antiguo, es cultura en estado puro. Además de albergar la Universitat Pompeu Fabra, de la que salen numerosos investigadores del patrimonio catalán, la zona cuenta con numerosas joyas patrimoniales que se remontan a tiempos de los romanos. Destacan, como el propio nombre del barrio indica, los edificios góticos y la herencia medieval de sus calles.
Unas callejuelas serpenteantes y estrechas que forman un auténtico laberinto donde perderse es un placer, sobre todo si el tiempo no es un problema. Más que nada porque en este barrio parece haberse detenido, siendo cada plaza, cada local, cada esquina, una puerta a épocas remotas. De hecho, la zona está repleta de restos arqueológicos, algunos con más de mil años de antigüedad.
Los apartamentos en el Barrio Gótico de Barcelona son una suerte de cápsula del tiempo que transportan al visitante a momentos cruciales de la historia de la localidad. Es lo que tiene alojarse sobre los restos de la antigua Barcino, fundada por los romanos hace unos veinte siglos, o dormir junto a la catedral de Santa Eulalia o la iglesia de Pi, dos referentes de la arquitectura medieval.
Lo mejor del Gòtic es que combina a la perfección lo antiguo y lo moderno, conciliando la herencia milenaria del barrio con la actividad comercial y turística. Sus plazas dan buena cuenta de ello, donde el movimiento es constante a cualquier hora del día en sus locales, cafeterías, bares y restaurantes.